El proceso de toma de decisiones

La magia en el proceso de toma de decisiones
Autor: Ernesto Yturralde
Nivel de interés: Alto
Tiempo de lectura: 31 minutos
Desde el preciso instante en cual abrimos nuestros ojos cada mañana, iniciamos un viaje de 24 horas en el que ponemos a prueba: el arte de decidir. Cada decisión, por trivial que nos parezca, crea una respuesta, configurando el destino que elegimos consciente o inconscientemente. Al optar por quedarnos unos minutos extras bajo la calidez de nuestras sábanas o el saltar de nuestra cama con energía renovada, estamos definiendo hacer algo por otra cosa. Parecería insignificante, pero es un reflejo de nuestra naturaleza, de nuestras preferencias, y a veces, de nuestra disposición para ese día en particular. Mientras nos mantenemos ocupados en la cotidianidad, tomémonos un momento para reconocer la magia detrás de cada decisión.
Es fascinante cómo estas decisiones sencillas se entrelazan y forman la compleja trama de nuestra vida diaria. Este arte no se limita a lo cotidiano. En el escenario de las organizaciones, las decisiones adquieren un matiz diferente, que conlleva un alto impacto y sus consecuencias en el futuro. Las organizaciones de hoy enfrentamos un universo de opciones, desde qué tecnologías adoptamos, qué mercados exploramos, hasta cómo cultivamos relaciones auténticas con nuestros colaboradores. En este entorno, una decisión puede representar el factor catalizador de innovaciones revolucionarias o el precursor de situaciones complejas o dificultades inesperadas.
La habilidad para tomar decisiones efectivas, es una herramienta esencial para los líderes. La clave está en que entendamos que cada elección, por sencilla que esta sea, tiene el poder de crear o destruir, de innovar o estancar. La magia se produce cuando tomamos las decisiones acertadas, las mejores decisiones.
Las decisiones más trascendentales surgen, muy frecuentemente, en los momentos más inesperados. Un encuentro casual en un pasillo de nuestra organización puede convertirse en el detonante de una conversación que, sin ser planificada, abre un nuevo horizonte. En ese instante espontáneo, una idea aparentemente simple puede encender una chispa, replantear creencias, cuestionar rutas y reorientar toda una estrategia. Son esos momentos que no figuran en la agenda, pero que contienen el poder de transformar el rumbo. Una frase suelta en una reunión, un comentario con convicción o una mirada que coincide en propósito, pueden convertirse en la semilla de un proyecto que termine definiendo el futuro de toda la organización. La clave está en estar presentes, atentos, dispuestos a escuchar y a captar el potencial oculto en cada interacción, por pequeña que parezca.
Este ejemplo nos lleva a reflexionar sobre el papel de nuestros colaboradores en este proceso pues ellos no son simplemente ejecutores de tareas, son actores del escenario empresarial y debemos considerar sus aportes en el proceso de toma de decisiones. Sus experiencias, conocimientos y perspectivas enriquecen el panorama, proporcionándonos una visión más amplia y diversa.
Es importante que fomentemos un ambiente donde nuestros colaboradores se sientan empoderados para compartir sus ideas, donde celebremos la diversidad de pensamiento y valoremos cada contribución. En este espacio, las decisiones no son unidireccionales, sino fruto de una colaboración colectiva y generará mayor sentido de pertenencia.
Y mientras las organizaciones avanzan, también lo hacemos las personas a nivel individual. Cada paso que damos, cada decisión que elegimos, se convierte en una declaración silenciosa de hacia dónde queremos ir. Las elecciones que tomamos respecto a nuestra educación, las relaciones que cultivamos, los proyectos que iniciamos y las oportunidades que decidimos perseguir no son acciones aisladas, son la construcción continua de nuestra identidad. No son solo acciones, son reflejos vivos de nuestros valores, nuestras convicciones más profundas, nuestras aspiraciones más altas y de esa visión interna que nos impulsa a evolucionar. Detrás de cada decisión consciente, hay una historia que estamos escribiendo; una versión de nosotros que se está proyectando en dirección a aquello que queremos alcanzar y en la forma en que queremos ser recordados.
A medida que avanzamos en nuestro viaje personal y profesional, nos encontramos con varias encrucijadas: ¿Invertir en un nuevo proyecto o consolidar lo que ya tenemos? ¿Perseguir una nueva oportunidad o mantenernos en nuestra zona de confort? Estas decisiones trascendentales requieren no solo lógica, sino también intuición, pasión y valor.
Al reflexionar sobre la naturaleza imperativa de las decisiones, es esencial que recordemos que no todas las elecciones que tomemos serán las más acertadas. Pero, ojo, incluso en el error, hay valiosas lecciones que tenemos para aprender. El fracaso, visto desde una perspectiva constructiva, es una oportunidad disfrazada. Al estar disfrazada, algunas veces las detectamos y en otras ocasiones se nos pasan desapercibidas y el tiempo nos revela aquello que no llegamos a percibir.
El verdadero poder de una decisión no radica únicamente en el acto de decidir, sino en la conciencia del impacto que generará a corto, mediano y largo plazo. Cada elección, por pequeña que parezca, lleva consigo la capacidad de abrir o cerrar puertas, de acercarnos o alejarnos de lo que verdaderamente importa. Cuando decidimos con intención, alineados a nuestros valores y propósito, no solo trazamos un camino, sino que lo dotamos de sentido. Así, las posibilidades dejan de ser inciertas y se convierten en escenarios que nosotros mismos construimos, uno a uno, con cada decisión consciente que tomamos.
La Paradoja de la inacción: Cuando no decidir es, de hecho, una decisión
En este complejo proceso de toma de decisiones, existe una paradoja a menudo ignorada pero profundamente significativa: el acto de no tomar una decisión es, en sí mismo, una decisión. Esta inacción puede parecer pasiva, pero detrás de ella se esconde una elección que puede tener un impacto tan profundo como cualquier acción deliberada.
Cuando optamos por no decidir, estamos eligiendo mantener el status quo, permitiendo que las circunstancias y fuerzas externas moldeen el resultado. Esta decisión de no actuar es una postura que, aunque a veces puede ser estratégica, a menudo nace del temor, la incertidumbre o la indecisión. En el contexto organizacional, la inacción puede ser especialmente reveladora ya que nos puede indicar resistencia al cambio, una falta de claridad en la dirección o una ausencia de compromiso con un curso de acción específico.
La inacción, sin embargo, no siempre es negativa. Hay momentos en los que la decisión más sabia no es avanzar, sino detenernos. Elegir conscientemente no actuar puede ser, en sí misma, una muestra de madurez y visión estratégica. Esto puede ocurrir cuando necesitamos más tiempo para recabar información, cuando intuimos que las emociones están nublando el juicio, cuando las condiciones no son propicias o cuando esperamos que los acontecimientos tomen forma y nos revelen nuevos caminos. Detenernos no implica rendirnos, sino observar con más claridad. Lo importante es entender que incluso en esa aparente pasividad, hay una decisión activa en juego, una elección que debemos considerar con la misma responsabilidad, enfoque y profundidad que cualquier otra acción visible. Porque a veces, no hacer nada aún, es estar haciendo lo adecuado.
El arte de la toma de decisiones incluye reconocer cuándo debemos actuar y cuándo es prudente esperar. En ambos casos, ejercemos una influencia sobre los resultados. Reconocer y asumir la responsabilidad de nuestras no-decisiones es crucial para una gestión efectiva y una vida plena. La clave está en discernir cuándo la inacción es una estrategia deliberada y cuándo es el resultado de temores o indecisión, y actuar en consecuencia.
Al final de cada día, cuando miremos hacia atrás, no serán las decisiones en sí las que recordaremos, sino las historias que estas crearon, las lecciones que aprendimos y los horizontes que descubrimos. Porque en el corazón de cada elección, hubo una intención, de crear resultados positivos.
Las emociones en la toma de decisiones
Es importante reconocer que las emociones pueden afectar nuestra claridad y objetividad. Sentimientos intensos, ya sean positivos o negativos, pueden nublar nuestro juicio y llevarnos a decisiones impulsivas o sesgadas. La euforia, por ejemplo, en un momento de éxito podría llevarnos a una excesiva confianza en decisiones futuras, mientras que el miedo o la ansiedad en tiempos de crisis pueden llegar a resultar en una aversión excesiva al riesgo.
Las emociones también tienen un lado positivo en la toma de decisiones ya que pueden ser una fuente de pasión y motivación, impulsándonos a perseguir objetivos con determinación. La empatía, emoción crucial en el liderazgo, nos permite entender y considerar las necesidades y sentimientos de los demás, lo que es esencial para decisiones que afectan a equipos y organizaciones.
Para gestionar efectivamente las emociones en la toma de decisiones, es primordial que desarrollemos la inteligencia emocional. Esto no se limita a identificar lo que sentimos, sino a profundizar en el origen de esas emociones, comprender su impacto y canalizarlas de manera que sumen, en lugar de interferir. Implica ser conscientes de nuestras propias emociones y de las de quienes nos rodean, aprender a regularlas, expresarlas con asertividad y utilizarlas como un recurso valioso en lugar de un obstáculo. Como líderes emocionalmente inteligentes, podemos reconocer cuándo una emoción nos está hablando desde el miedo, la euforia o la frustración, y detenernos a reflexionar antes de actuar. Este nivel de conciencia nos permite analizar cómo esas emociones podrían estar influyendo, positiva o negativamente, en nuestras decisiones, y encontrar el equilibrio entre la intuición emocional y el análisis racional. Porque cuando alineamos el corazón con la mente, nuestras decisiones n o solo son más acertadas, sino también más humanas.
Es importante crear un espacio seguro donde nuestros colaboradores puedan expresar sus emociones y opiniones. Esto no solo mejora la calidad de las decisiones al incorporar diversas perspectivas, sino que también fomenta un entorno de trabajo más inclusivo y colaborativo. Las emociones pueden presentarnos verdaderos desafíos en la toma de decisiones, sin embargo, también representan una fuente invaluable de pasión, empatía y motivación. Los líderes efectivos reconocemos, gestionamos y equilibramos estas emociones, tanto en nosotros mismos como en nuestros pares y colaboradores, para así tomar decisiones más informadas, equitativas y efectivas.
Ernesto Yturralde
« Las opiniones, no se cuentan, se pesan. »
Factores clave en la toma de decisiones
- Información y datos | La calidad de una decisión depende en gran medida de la calidad de la información en la que nos basamos. Es fundamental recopilar y analizar datos relevantes, estadísticas, informes de investigación y tendencias del mercado. Nuestra interpretación correcta de estos datos nos permitirá identificar problemas, evaluar opciones y prever consecuencias. En la era de la información, el desafío también radica en filtrar el exceso de datos y centrarnos en lo más relevante y fiable.
- Objetivos y metas | Las decisiones más acertadas nacen cuando hay claridad en el destino. Alinear nuestras decisiones con los objetivos a largo plazo y las metas inmediatas nos permite actuar con coherencia, propósito y dirección. Cuando definimos estos objetivos de forma muy clara, específica y medible, creamos un marco de referencia que guía nuestras acciones y nos permite evaluar con mayor precisión las diferentes opciones y sus posibles consecuencias. Esta brújula estratégica no solo nos evita desviaciones innecesarias, sino que fortalece el compromiso, mantiene el enfoque y genera una visión compartida que moviliza a nuestro equipo hacia lo que verdaderamente importa.
- Riesgos y consecuencias | Evaluar los riesgos implica que consideremos las posibles desventajas de una decisión y la probabilidad de que ocurran eventos adversos. Es importante que realicemos un análisis de riesgos y consideremos planes de contingencia. Debemos ponderar las consecuencias a corto y largo plazo, y cómo estas pueden afectarnos en diferentes aspectos de nuestra vida personal o la operatividad de nuestra organización.
- Recursos disponibles | Tomar decisiones efectivas implica partir de una comprensión realista y profunda de los recursos con los que contamos. Ya sea capital financiero, talento humano, tiempo o tecnología, cada recurso representa una oportunidad, pero también una frontera que debemos reconocer. Evaluarlos con objetividad nos permite actuar con inteligencia y responsabilidad. Nuestras decisiones deben ajustarse a estas condiciones, prrocurando no solo eficiencia en el uso, sino también la creatividad para potenciarlos. La verdadera maestría consiste en transformar limitaciones en catalizadores de soluciones y resultados sostenibles.
- Alternativas y opciones | Identificar múltiples opciones es un paso esencial que debemos considerar. Esto nos lleva a pensar fuera de los esquemas convencionales y a considerar soluciones creativas. Evaluemos estas alternativas para ponderar sus ventajas y desventajas, así como su viabilidad y alineación con los objetivos que hemos establecido.
- Contexto y entorno | Ninguna decisión ocurre en el vacío. El entorno que nos rodea: económico, social, tecnológico y regulatorio, influyen de manera determinante en la efectividad de nuestras elecciones. Cambios en el mercado, nuevas tendencias sociales, avances disruptivos o ajustes en las normativas gubernamentales pueden alterar el escenario en cuestión de días. Comprender estos elementos, anticipar su evolución y leer el contexto con mirada estratégica es esencial para tomar decisiones no solo bien fundamentadas, sino también resilientes. Quienes sabemos interpretar el entorno, no solo reaccionamos: nos adelantamos y decidimos con visión.
- Impacto en los involucrados | Ninguna decisión ocurre en aislamiento, pues cada elección que tomamos puede resonar en distintos niveles, afectando a colaboradores, clientes, proveedores y a la comunidad en general. Comprender, anticipar y valorar esos impactos es parte vital de nuestra responsabilidad, no solo como líderes, sino como seres humanos conscientes del ecosistema en el que operamos. Involucrar a las partes interesadas en el proceso de toma de decisiones no solo enriquece nuestra perspectiva con valiosos insights, sino que también genera sentido de pertenencia, legitimidad y mayor compromiso hacia lo que se decide. Porque cuando decidimos con otros, el camino se hace más claro y más compartido.
- Intuición y experiencia | La intuición es el resultado de años de experiencia y aprendizaje. Aunque no debe ser el único factor, la intuición puede ofrecernos una guía valiosa, especialmente en situaciones donde la información es incompleta o el tiempo es limitado. Combinar intuición con análisis racional nos proporciona un enfoque equilibrado.
- Tiempo y urgencia | El tiempo es un recurso silencioso pero determinante en cada decisión que tomamos. Hay decisiones que exigen inmediatez, donde actuar con agilidad puede marcar la diferencia entre aprovechar una oportunidad o perderla. Otras, en cambio, requieren pausa, análisis y reflexión profunda. La sabiduría está en saber distinguir cuándo acelerar y cuándo detenernos. Nuestra c apacidad para discernir el nivel de urgencia y gestionar con inteligencia el tiempo disponible puede ser l a línea que separa una decisión impulsiva de una estratégicamente acertada. Decidir bien, muchas veces, es también decidir cuándo.
- Feedback y colaboración | La colaboración y la retroalimentación son esenciales, especialmente en entornos complejos y dinámicos. Involucrar a diferentes personas en el proceso puede aportarnos nuevas perspectivas y conocimientos, facilitándonos la identificación de soluciones más efectivas y la prevención de posibles sesgos o puntos ciegos.
Al abordar estos factores de manera integral, reforzamos nuestra capacidad para tomar decisiones informadas, estratégicas y adaptativas, tanto en la vida personal como en el ámbito organizacional.
Tipos de Decisiones
Las decisiones moldean la esencia de nuestra propia existencia y la dirección de nuestras organizaciones. Diferentes contextos requieren diferentes tipos de decisiones. A grandes rasgos, podemos clasificarlas en programadas y no programadas, estratégicas y operativas, individuales y grupales.
- Decisiones programadas | Son aquellas que se toman a partir de rutinas y procedimientos establecidos. Son recurrentes y suelen tener un protocolo definido para abordarlas.
- Decisiones no-programadas | Son únicas y presentan retos que no se han enfrentado previamente que por lo general, requieren de un pensamiento creativo y soluciones innovadoras.
- Decisiones estratégicas | Son aquellas decisiones que marcan el rumbo de la organización y tienen un impacto a largo plazo. Están directamente conectadas con la visión, los objetivos generales y el propósito institucional. Su alcance suele ser transversal, afectando a múltiples áreas y generando consecuencias duraderas. Tomar decisiones estratégicas exige perspectiva, análisis profundo y coraje para asumir riesgos calculados. Son el reflejo del liderazgo consciente que no solo reacciona al presente, sino que construye el futuro con intención.
- Decisiones operativas | Estas decisiones se refieren a la actividad diaria de una organización y son a corto plazo y pueden afectar funciones o departamentos específicos.
- Decisiones individuales | Tomadas por una sola persona, se basan en su conocimiento y criterio personal.
- Decisiones grupales | Surgen del intercambio consciente de ideas, puntos de vista y experiencias dentro de un equipo. Este tipo de decisiones no se imponen, se construyen. Son el resultado de una deliberación conjunta donde se valora la diversidad, se gestiona el disenso y se busca el consenso. Las decisiones grupales fomentan la corresponsabilidad, fortalecen la cohesión del equipo y generan un compromiso más auténtico con la acción. Cuando decidimos en equuipo, no solo sumamos perspectivas, multiplicamos posibilidades.
La intuición en el proceso de toma de decisiones
La intuición, esa voz interna que a menudo nos guía en momentos cruciales, juega un papel vital en la toma de decisiones. Es el resultado de experiencias pasadas, conocimientos acumulados y percepciones profundamente arraigadas. No siempre es fácil de explicar, pero su presencia es innegable.
La intuición es una de esas facultades humanas que escapa a la lógica lineal y, sin embargo, ha guiado algunas de las decisiones más trascendentales en la historia personal y organizacional. Se refiere a esa capacidad de comprender o saber algo de forma inmediata, sin necesidad de pasar por un proceso consciente de razonamiento. Es como si el cuerpo supiera antes que la mente, como si una sabiduría profunda emergiera sin ser llamada. A menudo es descrita como una “sensación visceral” o un “presentimiento”, pero detrás de ella suele haber una acumulación silenciosa de experiencias, aprendizajes y observaciones que operan por debajo del umbral de lo racional. En esta sección, profundizaremos en distintos aspectos de la intuición, reconociendo su valor, su complejidad y su papel en la toma de decisiones conscientes.
- Proceso cognitivo inconsciente | La intuición podemos comprenderla como un proceso cognitivo que se activa desde lo más profundo de nuestra mente, operando a un nivel subconsciente. No surge de la nada, sino que se nutre silenciosamente de nuestras vivencias, conocimientos acumulados, emociones experimentadas y patrones que hemos reconocido a lo largo del tiempo. Es la capacidad de nuestro cerebro para hacer lecturas rápidas, emitir juicios certeros y detectar señales sutiles, sin necesidad de pasar por un análisis racional detallado. Aunque no siempre sepamos explicar por qué sentimos lo que sentimos, muchas veces ese saber interior acierta, porque ha sido entrenado por la vida misma.
- Experiencia y conocimiento tácito | La intuición a menudo se nutre de nuestra experiencia acumulada y el conocimiento tácito. Cuando las personas nos enfrentamos a situaciones similares a lo largo del tiempo, desarrollamos una capacidad para reaccionar basándonos en lo aprendido, aunque no siempre podamos explicar explícitamente por qué tomamos ciertas decisiones.
- Respuesta emocional | La intuición también puede estar ligada a respuestas emocionales que pueden ofrecernos señales rápidas que guían nuestras decisiones. Un sentimiento de incomodidad, por ejemplo, puede ser una señal intuitiva para evitar ciertas situaciones.
- Procesamiento rápido de información | La intuición implica la habilidad de procesar información de manera rápida, a menudo ante la falta de datos completos. Esta capacidad puede sernos especialmente útil en situaciones donde es necesario tomar decisiones rápidas.
- Conexión con la creatividad | La intuición y la creatividad suelen caminar de la mano, abriéndonos puertas que el pensamiento lógico, por sí solo, no siempre alcanza a ver. Esa chispa repentina, ese “eureka” que surge sin aviso, muchas veces nace de una conexión intuitiva entre ideas aparentemente inconexas. La intuición nos permite saltar entre conceptos, imaginar escenarios y visualizar soluciones que aún no existen. Es como si nuestra mente creativa operara desde un nivel más profundo, donde la lógica se suspende y se da paso a la inspiración. En ese terreno fértil, lo inesperado se vuelve posible, y lo innovador, alcanzable.
- Contraste con el pensamiento analítico | Aunque la intuición difiere del pensamiento analítico y racional, no se le opone, sino que lo complementa. Mientras el análisis descompone, compara y calcula con base en datos y lógica, la intuición sintetiza, capta lo esencial y conecta con lo que muchas veces no es evidente. Los mejores resultados surgen cuando ambas facultades trabajan en armonía: la razón aporta estructura y precisión, y la intuición aporta sensibilidad y visión. Integrarlas nos permite decidir con mayor profundidad, alineando lo que sabemos con lo que sentimos que es correcto.
La intuición es una forma de conocimiento que se basa en procesos mentales rápidos y a menudo inconscientes. Aunque históricamente ha sido vista con escepticismo en entornos donde prima la racionalidad, cada vez se reconoce más su valor en la toma de decisiones, especialmente en situaciones complejas o bajo entornos de incertidumbre.
La intuición puede convertirse en una brújula que nos indica el norte, en medio de la incertidumbre. En situaciones donde la información es ambigua, los datos son insuficientes o el tiempo nos apremia, esa voz interior puede ofrecernos una dirección cuando la lógica titubea o se queda corta. No se trata de reemplazar nuestro análisis, sino de complementarlo con una percepción mucho más profunda que nace de nuestra propia experiencia, sensibilidad y conexión con lo esencial. La clave está en encontrar el equilibrio: permitirnos sentir sin dejar de pensar, confiar en esa corazonada sin renunciar al criterio. Así, nuestras decisiones estarán no solo bien fundamentadas, sino también alineadas con nuestra integridad y nuestro propósito.
Ernesto Yturralde
« En la vida miles de oportunidades se presentan sin avisar, toma la decisión adecuada, podrás tu destino transformar. »
Etapas en el proceso de toma de decisiones
El proceso de toma de decisiones lo podemos desglosar en nueve etapas clave. Cada una de estas etapas es crucial para garantizar que la decisión final que tomemos sea bien informada, considerada y efectiva. Veamos estas 9 etapas:
- Identificación del problema o necesidad | Este es nuestro punto de partida en el proceso de toma de decisiones. Debemos reconocer que existe un problema o una necesidad de cambio. La claridad en la definición del problema es crucial, ya que una mala interpretación puede desvirtuar el foco y llevarnos a soluciones inadecuadas.
- Recopilación de información | Una vez identificado el problema, el siguiente paso que debemos dar es recopilar toda la información relevante. Esto incluye datos cuantitativos, investigaciones, feedback de stakeholders, y un análisis del entorno. Esta etapa es vital para entender completamente el contexto y las variables involucradas.
- Definición de objetivos | Toda decisión poderosa comienza con claridad de propósito. En esta etapa, definimos los objetivos que buscamos alcanzar, formulándolos de manera específica, medible y realista. No se trata solo de lo que queremos lograr, sino de cómo ese objetivo dialoga con los valores que sostenemos y con la visión que impulsa a nuestra organización. Cuando los objetivos están bien trazados y alineados con nuestro norte estratégico, se convierten en una brújula coherente que orienta nuestras acciones y moviliza al equipo con convicción.
- Generación de alternativas | Aquí desarrollamos diferentes opciones o cursos de acción y para ello, es importante ser creativos y considerar una variedad de soluciones. No descartemos ideas en esta fase, esto nos permitirá explorar todas las posibilidades, incluyendo aquellas que no son convencionales.
- Evaluación de alternativas | Una vez generadas las opciones, llega el momento de evaluarlas con mirada amplia y mente clara. Cada alternativa debe ser analizada en función de su viabilidad, el impacto que puede generar, los riesgos que implica, los beneficios que ofrece y, sobre todo, su grado de alineación con los objetivos y valores previamente definidos. Esta evaluación requiere objetividad, pero también sensibilidad para percibir aquello que no siempre está en los datos. Decidir bien es un arte que equilibra el análisis riguroso con la intuición afinada, para identificar no solo la opción más lógica, sino la más coherente con el propósito que nos mueve.
- Selección de la mejor alternativa | Después de evaluar todas las opciones, debemos elegir la alternativa más adecuada. Esta decisión debemos basarla en el análisis realizado en las etapas anteriores y requerirá un equilibrio entre diferentes factores y compromisos.
- Implementación de la decisión | Tomar una decisión es apenas el comienzo, lo que realmente transforma una idea en resultado, es su implementación. En esta etapa, trazamos un plan de acción claro, asignamos los recursos necesarios, definimos responsabilidades específicas y establecemos un cronograma que marque el ritmo del avance. Pero más allá de la logística, la clave está en comunicar la decisión con claridad, coherencia y propósito a todas los actores involucrados. Una implementación efectiva nace con el compromiso, y este compromiso lo cultivamos cuando las personas entienden no solo el qué, sino el por qué y el para qué de cada paso.
- Monitoreo y evaluación | Después de implementar la decisión, es importante monitorear el progreso y los resultados. Esto implica comparar los resultados obtenidos con los objetivos establecidos. La evaluación nos ayuda a determinar si necesitaremos ajustar el plan de acción o si la decisión que tomamos ha sido exitosa.
- Aprendizaje y retroalimentación | Toda decisión, más allá de sus resultados inmediatos, encierra una oportunidad invaluable: aprender. Ojo, esta última etapa no marca el final, sino el inicio de un ciclo de mejora continua. Evaluar con honestidad qué funcionó, qué no y por qué, nos permite afinar nuestro criterio, enriquecer nuestra experiencia y tomar decisiones cada vez más sabias. Cada acierto confirma una hipótesis, y cada error nos revela una lección. Lo importante es convertir la retroalimentación en acción y el aprendizaje en evolución. Porque crecer como tomadores de decisiones es también crecer como líderes conscientes y además, responsables.
Estas etapas no siempre ocurren de manera lineal y pueden requerir ajustes, es por ello que nuestra flexibilidad y nuestra capacidad de adaptarnos a nuevas informaciones o cambios en el entorno son aspectos esenciales en un proceso de toma de decisiones efectivo. Vamos ahora a los modelos en la toma de decisiones.
Modelos destacados en la toma de decisiones
Los modelos de decisión son marcos teóricos utilizados para entender y mejorar el proceso de toma de decisiones. Veamos algunos de los modelos más reconocidos:
- Modelo racional o clásico | Este modelo se basa en la lógica y la razón y propone que los tomadores de decisiones evaluemos todas las opciones posibles de manera exhaustiva y elijamos la que maximiza la obtención de objetivos. Asume que disponemos de toda la información necesaria y que somos capaces de procesarla de manera óptima.
- Modelo de toma de decisiones administrativo | Desarrollado por Herbert A. Simon, el modelo nos sugiere que, debido a las limitaciones humanas y a la falta de información completa, rara vez lograremos una decisión óptima. En su lugar, los individuos buscamos una "solución satisfactoria” que sea lo suficientemente buena para cumplir con ciertos criterios de aceptabilidad.
- Modelo de toma de decisiones en etapas | Este enfoque nos invita a comprender la toma de decisiones como un proceso estructurado, que avanza paso a paso, permitiéndonos mayor claridad y orden. Desglosa el camino en etapas secuenciales como la identificación del problema, la generación de alternativas, la evaluación de cada opción y, además, la elección de la más adecuada. Este modelo no solo nos ayuda a sistematizar nuestras decisiones, sino que también nos ofrece una guía para no omitir aspectos esenciales. Aplicarlo con conciencia y flexibilidad nos genera la oportubnbudad de tomar decisiones más sólidas, coherentes y alineadas con los resultados que deseamos alcanzar.
- Modelo conductual | Este modelo pone énfasis en cómo los factores psicológicos y sociales influyen en la toma de decisiones. Considera que las emociones, los prejuicios, la cultura y la interacción social juegan un papel importante en cómo las personas tomamos nuestras decisiones.
- Modelo de toma de decisiones en grupo | Este modelo pone el foco en la inteligencia colectiva y en cómo los equipos construimos decisiones compartidas. Es especialmente relevante en contextos organizacionales, donde las decisiones no se toman en solitario, sino en conjunto, integrando múltiples visiones, experiencias y perspectivas. Considera elementos fundamentales como la dinámica grupal, la calidad de la comunicación, la gestión del conflicto y la búsqueda de consensos sostenibles. Aplicar este modelo con conciencia fortalece la cohesión, fomenta el compromiso y genera soluciones mucho más robustas, porque una decisión construida entre varios no solo es más rica, sino también más respetada y ejecutada con mayor convicción.
- Modelo de toma de decisiones prospectiva | Inspirado en la teoría prospectiva desarrollada por Kahneman y Tversky, este modelo nos ayuda a comprender cómo las personas tomamos decisiones influenciadas por nuestras percepciones subjetivas, especialmente frente al riesgo, la incertidumbre y la posibilidad de pérdida. Más que actuar desde un análisis puramente racional, solemos valorar las ganancias y las pérdidas de manera asimétrica, dando mayor peso emocional al temor de perder que a la expectativa de ganar. Este modelo revela cómo nuestras emociones, experiencias previas y sesgos cognitivos moldean el proceso decisional. Entenderlo nos permite diseñar estrategias más humanas, empáticas y ajustadas a cómo realmente decidimos, no solo cómo creemos que deberíamos decidir.
- Modelo de Árbol de decisiones | Este modelo utiliza una representación gráfica para mostrar las diferentes opciones disponibles y sus posibles consecuencias. Los árboles de decisión son útiles para poder visualizar y analizar los resultados de varias rutas de acción.
- Modelo de toma de decisiones intuitiva | Este modelo reconoce el valor profundo de la intuición y el juicio experto como aliados estratégicos, especialmente en contextos donde la información es incompleta, la presión del tiempo es alta o la incertidumbre es protagonista. En estas circunstancias, la experiencia acumulada, el conocimiento tácito y la sensibilidad para leer el entorno se tornan fuentes clave para actuar con certeza. Lejos de ser impulsiva, la decisión intuitiva nace de una mente entrenada y de una conexión afinada con lo esencial. Este modelo honra esa sabiduría silenciosa que construimos con los años, con los aciertos, los errores y la capacidad de percibir lo que aún no está del todo dicho.
Cada uno de estos modelos tiene sus fortalezas y limitaciones y pueden ser más o menos adecuados, dependiendo del contexto específico y la naturaleza de la decisión a tomar. La elección del modelo más apropiado dependerá de varios factores, incluyendo la complejidad de la situación o problema, la cantidad y calidad de la información que tengamos disponible, y las características personales de los "tomadores de las decisiones".
¿Dónde está la magia?
Estarás de acuerdo conmigo que la toma de decisiones es una combinación de arte y ciencia. Es esencial que reconozcamos la variedad de herramientas y técnicas que tenemos disponibles, pero igualmente vital que reconozcamos el papel de la intuición y la experiencia en este proceso crucial. La "magia en el proceso de toma de decisiones" reside en una combinación de elementos que, cuando se entrelazan correctamente, pueden transformar un proceso ordinario en algo extraordinario.
La magia ocurre cuando la lógica racional se combina armoniosamente con la intuición. Esta síntesis nos permite tomar decisiones que no solo son sólidas desde un punto de vista analítico, sino también profundamente alineadas con el conocimiento tácito y la experiencia.
Hay magia en el poder creativo, la capacidad de pensar más allá de las soluciones convencionales y explorar ideas innovadoras. Esto a menudo nos conduce a soluciones inesperadas y altamente efectivas.
La magia surge en el momento en que diferentes personas nos aportan sus perspectivas y habilidades al proceso de toma de decisiones. Esta colaboración puede producir resultados que son mucho mayores que la suma de sus partes.
En medio de la complejidad y el análisis, se produce un momento de claridad donde todo parece encajar. Este momento, cuando se revela la mejor decisión, puede sentirse casi mágico. Hay algo mágico en ver cómo una decisión, posiblemente tomada en un momento, puede tener efectos transformadores en la vida de las personas, en el éxito de un proyecto o en el rumbo de nuestra organización.
Incluso las decisiones erróneas también tienen su toque de magia, ya que nos ofrecen oportunidades de aprendizaje invaluables y en ocasiones a un precio muy alto. La capacidad de crecer y mejorar a partir de los errores es un aspecto mágico y esencial del proceso de toma de decisiones.
La magia también la encontramos en la capacidad de adaptarnos y ser resilientes ante los resultados inesperados de las decisiones tomadas, aprendiendo a ajustar y avanzar con eficacia.
La magia en la toma de decisiones está en el resultado de combinar habilidades analíticas y emocionales, colaboración, creatividad, y un compromiso con el aprendizaje y la adaptación continuos. Es este proceso, a menudo intangible y sorprendente, lo que transforma las decisiones de rutina en poderosos catalizadores de cambio y éxito. El poder de decidir es el poder de decidir, crear y transformar. ¡Que tus decisiones te lleven siempre hacia horizontes esplendorosos!
Para citar este artículo, utiliza:
Yturralde, Ernesto (2020). 'La magia en el proceso de toma de decisiones'. Recuperado de https://yturralde.com/articulo-magia-toma-de-decisiones.html








